Escrito por Elisa Marzuca
La palabra mindfulness se puede desglosar en “mind” que significa mente y “ful” que alude a lleno. Su significado (uno de muchos) nos conduce a una buena pregunta ¿de qué está llena mi mente? Nuestra mente siempre está poniendo atención a algo, si la observan por unos minutos podrán ver cómo la atención va de una cosa a otra. La práctica de meditación está relacionada con entrenar nuestra mente y para ello comenzamos entrenando nuestra atención. ¿Para qué? Para poder dirigir nuestra mente en vez de ser dirigidos, o más bien arrastrados, por ella.
Aquello en lo que colocamos nuestra atención no da lo mismo. Aquello en lo que colocamos nuestra atención una y otra vez comienza a transformarse en el paisaje de nuestra mente, comienza a ser el contenido con el cual llenamos nuestra mente. En ese sentido, la pregunta ¿de qué está llena la mente? es importante. La tradición budista nos levanta una pequeña alerta interesante. Una de las razones para entrenar nuestra mente es para que las emociones aflictivas no capturen completamente nuestra atención. Hay tres emociones aflictivas raíces: pasión, agresión e ignorancia. Cuando una (o varias) de estas emociones aflictivas llenan nuestra mente tiñen la forma en que percibimos el mundo y condicionan nuestro actuar.
Llevemos nuestra atención a la emoción aflictiva de la agresión. ¿Qué implica? ¿Cuáles son algunas características de un estado mental teñido por la agresión? Lo primero es que aparece un objeto de mi agresión y gran parte de mi atención se centra en ese objeto; se achica el espacio y la perspectiva; dejo de considerar lo que sucede a mi alrededor por estar centrado en eso que me molesta, irrita, etc. El paso siguiente es que queremos deshacernos de ese objeto (sea objeto, situación, o persona). La agresión en su expresión más básica quiere alejar algo, deshacerse, evitar el contacto.
Esta es una experiencia familiar para todos nosotros; a la base de la agresión está la emoción de la rabia que no es ni mala ni buena en sí misma, es simplemente una de las emociones que forma parte de la condición humana. Ahora bien, aquí tenemos que hacer una distinción clave: la forma en que nos relacionamos con la rabia hace toda la diferencia. Cuando enganchamos con la rabia y la alimentamos con nuestras narrativas ella crece y puede expresarse como agresión, generar enemistad, odio, destrucción y guerras (desde pequeñas guerras que vivimos en nuestra vida cotidiana con quienes nos rodean a grandes guerras alrededor del mundo). Por otro lado, si nos relacionamos con nuestra rabia de manera directa, acogedora y trabajamos con ella se puede expresa su lado sabio. La rabia en su lado sabio nos permite ver con mucha claridad lo que está ocurriendo y nos permite poner límites (nos permite decir no, basta). También, la energía de la rabia es tremendamente movilizadora, nos permite pasar a la acción, a una acción precisa, clara y fuerte.
Que la rabia se exprese en su lado sabio o confuso depende de cómo nos relacionemos con ella. Una cosa es clara, cuando la mente se llena de agresión, todos sufrimos.